domingo, 5 de junio de 2011

ENTORNO CARCELARIO

En las últimas secciones de esta asignatura de intervención tuvimos el gusto de conocer el colectivo que se encuentra recluido en el entorno carcelario. La prisión fue por ende la temática que ocupo dos de las exposiciones de nuestros compañeros, las cuales aunare en la presente entrada. Antes de comenzar con la misma, plasmando diferentes puntos y mostrando mis reflexiones al respecto, debemos de clarificar que se trata de un tema muy controvertido que suscita una gran disparidad de opiniones siendo un debate común entre la población y sobre el que existen grandes leyendas. Con este hándicap incluido intentare ser lo más objetiva y cauta posible aunque aviso a mis lectores que mi postura al respecto es bastante personal.

En primer lugar ¿qué es la cárcel?. Todos hablamos de la cárcel o de la prisión, aunque desconocedores absolutos de esta realidad emitimos nuestras opiniones al respecto fundadas la gran mayoría por las imágenes transmitidas desde los medios de comunicación, los estudios o estadísticas y la impresión social de injusticia que se respira en el ambiente. Juzgamos a las personas que se encuentran internas en este entorno, los excluimos y marginamos como si se tratara del “mismísimo diablo en persona” y sin embargo no nos asombramos ni nos llevamos las manos a la cabeza con nuestro comportamiento en pleno siglo XXI. Si no recuerdo mal durante la exposición de Salud Mental las compañeras comentaban como los centros psiquiátricos o popularmente conocidos como manicomios se encontraban en las periferias de las grandes ciudades, apartados de la población, en la que se aislaban a los sujetos medida de control social. Además características como la falta de medios, masificación, escaso personal, despersonalización de la atención o la poca existencia de actividades terapéuticas o socioeducativas definían aquel lugar produciendo un deterioro personal, un agravamiento de su situación y una mayor marginación social. Cada uno de estos aspectos que describían esta intervención con personas con una enfermedad mental en el siglo XVII hizo que nos escandalizáramos con dicho trato, pero sin embargo aún en la actualidad siguen produciéndose este tipo de circunstancias en contextos como el carcelario, se produce esta atención pero nos mantenemos en silencio siendo completamente ignorados por parte de los distintos agentes sociales.

Por lo tanto vamos a dar respuesta a la pregunta planteada anteriormente sobre qué es la cárcel para ir conociendo poco a poco información al respecto y poder refutarlo con la realidad. Así pues, la cárcel es definida por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) como “local destinado a reclusión de presos”. Según datos correspondientes a enero de 2010 del Ministerio del Interior sobre las características de la población reclusa tan solo en la comunidad andaluza entre hombres y mujeres de todas las edades hay un total de 17.661 internos, mientras que a nivel estatal se cuentan unas 76.215 personas, de las cuales el 91,96% de los casos son hombres. Según datos aportados por las compañeras el 50% de los presos son reincidentes, hechos que ofusca y encrespa aún más la tensión social que ansiosos de castigo exigen más severidad en las condenas desconfiando y otorgando un papel secundario a la reinserción de la persona.

(http://www.mir.es/INSTPEN/INSTPENI/Gestion/Estadisticas_mensuales/2010/01/ )



Ahora bien personalmente considero que son numerosos los agentes que entran en juego y diferentes las posturas que mantienen bajo distintos intereses, por lo que los medios de comunicación, la administraciones y la sociedad en general es responsable de la situación que aquí nos compete. Multitud de estereotipos rodean a esta realidad así pues quien no ha oído nunca a nadie decir que “la cárcel es donde mejor se tiene que estar, con comida, un techo gratis y sin trabajar”, “al salir encima tienen hasta una paga” o “viven mejor que quieren pues tienen de todo, la cárcel parece ya un hotel”. Comentarios como éstos vierten una imagen difusa de la realidad y crean una opinión pública equivocada que suscita desconfianza y exclusión generando sed de venganza. Se hacen juicios públicos a personas que ya han sido condenadas por un juez e incluso ya han cumplido condena por su delito pero sin embargo se les está estigmatizando y excluyendo de nuestra “sociedad ideal” y yo me pregunto ¿no debería ser eso también una falta?, ¿no estamos cometiendo el resto de la sociedad también una injusticia?, ¿es licito encasillar a una persona y juzgarla continuamente?, ¿se ha parado alguien a pensar que llevo o condujo a esa persona a cometer su infracción?, ¿qué ocurre con las personas que por un error o injusticia durante años se han visto privadas de su libertad y de su vida?...

Preguntas sobres las que la sociedad debería reflexionar pero resulta mucho más cómodo mirar hacia otro lado, señalar con nuestro dedo al que está delante y continuar con el curso de las cosas tal y como están, ya que para qué vamos a modificar todo el sistema penitenciario, bastante ineficaz por cierto hasta el momento, y para qué reconocer los fallos y atropellos que se han cometido, para qué íbamos a querer mejorar la situación de miles de personas, de familias y de la ciudadanía en general. Parece ser que a los altos cargos políticos poco o nada les interesa, de hecho no son tenidos en cuenta ni en los programas electorales, curiosa manera de excluir a un colectivo de la sociedad cuando ni si quiera se reconoce su existencia.

Papel curioso y llamativo como poco el desarrollado también por los medios de comunicación en todo este al menos aparente complot social. Y es que solo se hacen eco de las noticas más escabrosas buscando el morbo y el rechazo de la sociedad a estas personas. Jamás he escuchado nunca comentar los distintos talleres que se están llevando a cabo en las cárceles españolas, la importancia de la intervención socioeducativa o el número de personas que sí han conseguido reinsertarse. Historias que como bien comentaron los tres miembros de la comunidad terapéutica, que muy amablemente nos visitaron, no interesan a nadie señalando a todo un colectivo por el comportamiento aislado de determinados sujetos como fue el caso del preso que consiguió escapar de la cárcel de Sevilla, todo un escándalo, una noticia que recogieron multitud de medios mientras que la permanencia de día a día y la vuelta de todos ellos no supone ningún interés. Además de estas noticias a la ciudadanía llegan multitud de opiniones que crea en ellos desconocedores de la realidad una falsa imagen, como el comentario emitido entre otros tantos por Antonio García Fuentes, escritor y filósofo, en Qué es una cárcel…Para qué sirve: “lo que nunca pensé, es que en las cárceles, se pudiera vivir con tantos derechos y tan pocas obligaciones; con tantos privilegios como hemos visto sobre todo en los últimos tiempos […]”.

(http://blogs.larioja.com/garciafuentes/2007/7/3/-que-es-carcel-que-sirve-)

Varios periódicos se hacen eco de la noticia de la huida de dos presos:

- http://www.elcorreoweb.es/sevilla/sucesos/083533/fugados/presos/carcel/sevilla

- http://www.elmundo.es/elmundo/2010/02/05/andalucia_sevilla/1265376909.html

Así pues en nuestro país ocurre una situación paradójica, ya que a pesar de que se está reduciendo el número de delitos cometidos está aumentando la población presa. Y es que España cuenta con unos niveles relativamente bajos de delincuencia y a su vez con unos índices o tasas bastante elevadas de población reclusa, y seguimos invirtiendo en la construcción de más cárceles. Como bien afirma José Cid, profesor Derecho Penal Universidad de Barcelona, en su estudio “El incremento de la población reclusa en España entre 1996 y 2006”, el endurecimiento de las penas, la insuficiente utilización de otras penas alternativas como los trabajos en beneficio de la comunidad, y la aplicación minoritaria de mecanismos de reeducación y reinserción son los principales motivos del aumento de la población en las cárceles. Así pues otros estudios corroboran los datos expuestos hasta el momento, por lo que siguiendo el temario estudiado durante el pasado curso en la asignatura de Servicios Sociales, este incremento de población reclusa se debe o se explica a través de los siguientes factores:

- Endurecimiento del sistema penal, iniciado con el Código Penal de 1995 (que prácticamente eliminaba los beneficios penitenciarios y aumentaba las condenas) y que se ha visto paulatina y seriamente agravado con las reformas del año 2003: L.O. 1/2003, 5/2003, 7/2003, 11/2003 y 13/2003.

- La cultura del “populismo punitivo” que ha exacerbado el recurso al Derecho penal como herramienta idónea para resolver toda suerte de conflictos. Los medios de comunicación social juegan un importante papel apelando más a sentimientos vindicativos que a análisis rigurosos y racionales de la situación. Ello explica su influjo sobre la percepción subjetiva de la ciudadanía, la consiguiente presión social sobre los operadores del control penal y, como resultado, el desfase entre las cifras reales de delincuencia (a pesar del repunte en algunos delitos, de las más bajas de Europa) y las de utilización de la prisión (la más elevada de Europa occidental).

- La falta de utilización de alternativas a la prisión. En ese sentido, es expresivo el fracaso de la pena de trabajos en beneficio de la comunidad por falta de voluntad política más que judicial, y la disminución del uso de las suspensiones por los jueces.

 
- Noticias creación de nuevas cárceles en España:

http://www.lavozdelacalle.es/noticia/93/En-Espa%C3%B1a/rubalcaba-inaugura-murcia-prisi%C3%B3n-moderna-espa%C3%B1a.html

http://www.soitu.es/soitu/2008/07/15/info/1216134722_650916.html

http://www.belt.es/noticias/2005/noviembre/03/carcel.asp

http://www.foropolicia.es/foros/las-carceles-espanolas-siguen-saturadas-t6873.html

- Estudio José Cid: http://www.criminologia.net/pdf/reic/ano6-2008/a62008art2.pdf

 
Ahora bien se preguntaran ¿qué impulsa realmente a una persona a cometer un delito?. Pues bien son múltiples los factores de riesgo cuya combinación en una misma situación de vulnerabilidad producen un resultado dramático, es por tanto una explicación multicausal en la que por encima de las características personales, están los procesos de aprendizaje, los vínculos sociales y, sobre todo el desarrollo en un contexto de inadaptación social en el que los factores territoriales, las oportunidades y las carencias sociales ejercen una gran influencia, (Eysenk, Bandura, Hirshi y Valverde). Esta situación de precariedad es fomentada con vulnerabilidades personales como la discapacidad física, psíquica, el alcoholismo, drogodependencias, etc, por lo que las posibilidades de entrar en este círculo vicioso van aumentando en consonancia. Como afirma García Roca “la exclusión es una cualidad del sistema, no del sujeto”.

Atendiendo a la composición de las prisiones podemos corroborar además que los miembros de los grupos socialmente desfavorecidos y minorías étnicas tienen muchas más posibilidades de ser detenidos, juzgados, condenados y encarcelados que el resto, sobre todo por delitos contra la propiedad, las personas y el tráfico de drogas. Dato curioso, y es que para tener un buen abogado se necesita dinero, para poder callar bocas se necesita dinero y para poder sobrevivir se necesita dinero, cuestión que pone de relieve que las personas que cuentan con un menor nivel adquisitivo se encuentran en una situación de desventaja. Por ello me parece que viene como “anillo al dedo” unas palabras que tuve el gusto de escuchar por parte de un educador social del Centro Penitenciario Sevilla I durante una visita en segundo de estos estudios universitarios, en la que nos dijo: “la cárcel es un pequeño mundo, una sociedad en miniatura en la que os puedo asegurar que mas que delincuentes, que también los hay, la mayoría son personas desafortunadas que han visto su vida truncada en un momento puntual por cualquier motivo o por diversas circunstancias. No olvidéis nunca que los verdaderas cabezas maquiavélicas son poderosos señores que no pisarán la cárcel por injusto y duro que pueda parecer”. La verdad que aquellas palabras me hicieron mucho que pensar pero es la dura realidad a la que miles de trabajadores de prisiones deben enfrentarse día tras día. Personas cargadas de historias, con una vida detrás llena de entresijos y obstáculos que lo condujeron o empujaron hacia esa situación de modo que en muchas ocasiones los factores sociales y personales de riesgos propician un proceso de cronificación agravado con el ingreso en el ámbito penal. No obstante, si trabajamos por la reducción de estos factores y el impulso de los factores de protección se posibilitaría la normalización de su situación y su integración social.

Como venimos comentando la figura de las personas internas en las prisiones de nuestro país responden a un perfil de vulnerabilidad y exclusión social en las que más del 50% de ellos son drogodependientes, seguidos de un número elevado de inmigrantes y personas con algún tipo de enfermedad mental. Entre sus características psicosociales la gran mayoría cuentan con un nivel socioeconómico medio-bajo, escaso nivel de formación, precariedad laboral, clima familiar negativo, redes sociales débiles y perjudiciales, etc. La cuestión se sitúa en que el periodo en la cárcel en lugar de restablecer estos factores de riesgos y potenciar factores de protección, los acentúa aún más empeorando sus circunstancias. Y es que durante su estancia se produce distanciamiento y fragmentación familiar, se rompen los lazos afectivos y se desvincula del mercado laboral. Además del tener que aprender a sobrevivir en la cárcel, adoptar unas pautas de comportamiento propios de este espacio por las cuales no se rige la sociedad fuera de las rejas, por lo que se encuentran sin habilidades sociales y pautas de conducta aceptadas socialmente para poder desenvolverse de manera autónoma. Todo esto crea ansiedad, pérdida de control, alteraciones en la personalidad, en las relaciones sociales así como su inadaptación al medio. Nada hay que decir por supuesto del daño psicológico y las secuelas que lo acompañaran de por vida. Aspectos que parecen no ser tenidos en cuenta a la hora de emitir juicios de valoración sobre los supuestos beneficios y el bienestar que supone la estancia en prisión.

Los testimonios de los tres usuarios de la Comunidad Terapéutica nos mostraron precisamente esta visión de su intento de reincorporarse de nuevo a la sociedad, un sentimiento de rechazo y exclusión, estando señalado bajo una etiqueta que supone una pesada losa que se sitúa sobre ellos. Además viven una situación de plena desorientación producida por largos periodos de tiempo en la cárcel, lo que junto al sentimiento de soledad fruto de este mismo hecho y no tener ningún tipo de aliciente hacen que vuelvan a cometer algún tipo de delito, de reincidir para intentar poder volver al medio en el que se encuentran naturalizados ante el pánico y el temor de enfrentarse a un nuevo mundo con millones de ojos que le clavan sus miradas y lo están juzgando continuamente. Además deben afrontar una situación completamente ajena a ellos, un contexto totalmente desconocido en el que lo han situado diferentes personalidades sin preocuparse de mostrarle el camino que ahora deben seguir. Palabras textuales muy impactantes por parte de uno de los tres testimonios al afirmar y describirse como un ser asocial, que ha trascurrido muchos años en prisión incorporando ese modelo de vida y cultura propio y característico de este espacio, por lo que sin dinero, formación, familia, red social, apoyo, vivienda, etc se plantea ¿qué hago ahora con mi vida?, ¿a dónde voy?. Pues el camino más fácil y el único que conocen gastándose el poquito dinero con el que cuentan en el consumo de sustancias para intentar olvidar los problemas y evadirse de la realidad. Y yo me pregunto ¿quién somos nosotros para juzgar a estas personas?, ¿qué haríamos nosotros en su lugar?, ¿pensamos alguna vez y nos paramos a escuchar la explicación que pueden darnos para comportarse así?. Creo que si lo hiciéramos comprenderíamos mejor su situación, se derribarían multitud de estereotipos y prejuicios, y se crearía un mayor grado de sensibilización social ya que muchos haríamos lo mismo en su lugar.

Pero el hándicap y el hilo conductor de toda la trayectoria que llevamos comentada hasta el momento a lo largo de esta entrada se detiene sobre la reflexión a cerca de ¿cuál es verdaderamente la finalidad de la cárcel?, ¿cuál es su función?. La Ley General Orgánica Penitenciaria 1/1979 de 26 de Septiembre, “establece las directrices del sistema penitenciario y consagra como rasgos más sobresalientes el principio de legalidad en la ejecución de la pena, la potenciación del régimen abierto, la implantación del Juez de Vigilancia, y en definitiva la instauración de un moderno sistema penitenciario basado en la concepción de la pena como una medida de prevención especial encaminada a la reeducación y reinserción social de los penados”. De manera oficial estos son los parámetros que dictamina la ley, una normativa teórica que a duras penas se consigue llevar a la práctica centrada más en su carácter punitivo que en la verdadera reeducación y reinserción social de los presos.

Sinceramente considero una verdadera lástima que estemos tan avanzados en materias teóricas pero que a su vez éstas estén tan poco desarrolladas en la práctica, así pues todo se queda escrito sobre papel mojado. Al intervenir de manera despersonalizada y eminentemente represiva, hace prevalecer los fines de control social sobre los de reinserción social, incidiendo en los rasgos vulnerables de la persona no mostrando atención sobre el resto de los factores de riesgo tanto sociales como relacionales. En definitiva predomina el ámbito reglamental frente al tratamiento socioeducativo e individualizado de los reclusos, fruto de la sobresaturación de las cárceles, su escasa dotación de personal técnico y una inadecuado estudio progresivo hacia la libertad. Existe consenso general a la hora de afirmar la dificultad para la resocialización de los presos con el modelo de cárcel actual, largas condenas que constituyen un factor de desocialización que como nos comentaba uno de los testimonios que nos acompaño durante la sección les hace sentirse asocial y “como pez fuera del agua”. Además la saturación de las cárceles, la falta de recursos, de personal o el aislamiento físico de los centros que dificultad aún más mantener el contacto familiar hacen que sea mucho más complicada la preparación para la vida en libertad. Por lo tanto está claro que algo está fallando, que se debe establecer un punto de inflexión a partir del cual poder adoptar nuevas medidas que supongan una inyección directa de energía, entusiasmo y esperanza para intentar remodelar todo el sistema penitenciario en profundidad.

Precisamente para trabajar en la línea de la reeducación y reinserción social de los reclusos está muy presente y se debe tenerse muy en cuenta la figura profesional del educador social, quien debe reunir según comentaron las compañeras como características capacidad de escucha, de discernimiento, conocimientos de psicología y tener capacidad para saber lo que nos están diciendo. A nivel personal creo que características también como la empatía, la tolerancia, el respeto por la otra persona, la capacidad de comprensión, de apoyo, de mostrarle apoyo y afecto, ser creativos, imaginativos, positivos, tener ilusión, ser positivos con ganas de luchar y trabajar creyendo en ello son pilares básicos de nuestro trabajo con este colectivo y con cualquiera con los que tengamos el gusto y la oportunidad de conocer. Así pues el educador social concretamente con la población reclusa tendrá que trabajar para hacer posible su verdadera y efectiva reinserción social, desaprendiendo lo aprendido, y trabajando para su posible socialización. Además deberá trabajar de manera grupal ofreciendo distintos conocimientos y reflexionando sobre ellos, llevando los expedientes y realizando una labor de coordinación con el resto de profesionales, así como un seguimiento personalizado de cada caso.

Aunque carezcan de difusión existen multitud de alternativas y medidas educativas para la población reclusa por parte de las administraciones públicas, cuya labor es sorprendente y admirable pero que sin embargo cuyo valor no es reconocido popularmente. Algunas de las medidas educativas contempladas por la ley son las prestaciones en beneficio de la comunidad muy apoyada en sus sentencias por el Juez de Menores de Granada Emilio Calatayud, el internamiento terapéutico o los centros de inserción social entre otros.

- Centros de Inserción Social (CIS): Infraestructuras que trabaja en la línea de reinserción en la sociedad de aquellos internos que se encuentran en proceso avanzado de reinserción o que cumplen su pena en régimen abierto. Así mismo, se realiza desde los CIS el seguimiento de los liberados condicionales. Su actividad va encaminada a facilitar la inserción social y familiar de los internos, contrarrestando los efectos nocivos del internamiento y favoreciendo los vínculos sociales.

 
- Comunidades Terapéuticas: son un recurso que pertenece a una red de atención a personas con problemas de drogodependencia, Se trata de un dispositivo que realiza tratamientos de deshabituación y rehabilitación en régimen residencial, ya que se considera que la recuperación de los usuarios se considera difícil en su medio. Las intervenciones y los objetivos en las Comunidades Terapéuticas se caracterizan por el abordaje intensivo y global, con actividades fundamentalmente de tipo psicoterapéutico, ocupacional, socioeducativo y médico-sanitario.


Ahora bien, desde aquí me gustaría agradecer tanto a mis compañeras por su organización como a las personas allí presentes por haberse ofrecido y prestado a ello la realización del coloquio con la directora del Centro FADAIS, un educador social y tres usuarios del centro. Amablemente nos comentaron que es un centro mixto en el que se atiende a personas drogodependientes de cualquier edad para su incorporación social y mejorar su calidad de vida. Intentan que adquieran habilidades sociales y pautas de conducta socialmente aceptables, además de aprender que sus comportamientos conllevan consecuencias siendo ellos los responsables directos de sus actos. Así pues, durante un periodo aproximado de seis meses ingresan en el centro donde gozan de diferentes atenciones desde el área médica, social, psicológica y laboral-ocupacional. Por ello cuentan con un equipo interdisciplinar formado por psicólogos, trabajador social, educadores sociales, monitores, enfermeras, administrativos, cocineros, limpiadoras y conductor.

Por lo tanto, como podemos a preciar existen multitud de alternativas que se deberían potenciar para mejorar la reinserción social de los reclusos y el nivel general de bienestar de la sociedad. En los últimos tiempos se está fomentando el papel desempeñado por la comunidad quien acogen modalidades de justicia restaurativa y mediación vecina, penal y penitenciaria. Ello permitiría resolver extrajudicialmente buena parte de los conflictos, y aquellos que se encuentran ya resueltos les proporcionarían una vía de respuesta en la que se minimiza la actuación del sistema penal, asegurando los derechos de la víctima y permitiendo la responsabilización del autor. Por ello se debe incentivar esta vía de animación comunitaria, de potenciación de las redes sociales, trabajando para que se reduzcan los incidentes al mismo tiempo que se crea concienciación ciudadana y se derriban infinidad de estereotipos que estigmatizan este colectivo. Creo pues que debe adoptarse otra línea de intervención más socioeducativa en la que se promueva la verdadera reinserción del sujeto y se tenga en cuenta para ello el consentimiento, colaboración y participación de toda la población.

En definitiva el colectivo formado por personas en prisión y toda la estructura que ello conlleva se trata de la configuración en paralelo de otra sociedad con su propia cultura la cual gira en torno a la droga que es sinónimo de poder y estatus. Un reflejo de la dinámica de todo un país que nos permite analizar el tipo de políticas sociales puestas en marcha, los mecanismos de detección y prevención desarrollados, los medios empleados en la lucha contra la exclusión y la prioridad otorgada, así como las circunstancias personales y sociales que conducen a ciertos ciudadanos hacia este desenlace. Se trata pues de un hecho o cuestión de gran complejidad que abarca diferentes vertientes por lo que deben ser bajo mi opinión diversos los profesionales que participen en la elaboración de su análisis. De esta manera la opinión judicial debería contar siempre que se considere necesaria con la colaboración y apoyo de un equipo multidisciplinar que le permitan comprender y contextualizar mejor el caso antes de dictaminar sentencia. Por ello y por el trabajo realizado directamente con los reclusos considero fundamental la intervención del educador social en este colectivo al que se le debe prestar mayor atención, dedicar cierta prioridad, invertir más en prevención, reorganizar dicho sistema, … aunque no debemos olvidar nuestra función puesto que “nosotros no somos jueces, somos educadores sociales”.

Antes de concluir me gustaría finalizar esta entrada con una breve reflexión personal dado que es un colectivo muy apasionante, de cuya visita al Centro Penitenciario Sevilla I en el curso anterior puede despojarme de numerosos estereotipos y este año tras el coloquio he comprendido mucho mejor las funciones del educador social en este ámbito y el papel que desempeña, el cual la directora de la Comunidad Terapéutica lo describió como “la columna vertebral de todo el centro”. Además puntualizo las cualidades de entrega, dedicación y capacidad de adaptación como las principales virtudes para trabajar en esta área, así como la capacidad de autocrítica y el cuestionamiento de todo para poder aprender de los errores cometidos y mejorar nuestra intervención. Sinceramente me ha parecido una de la prácticas más interesantes pues tras un largo cuatrimestre en el que la figura del educador social a penas era reconocida y tenía consolidado su sitio me alegro que en la atención con este colectivo este tan presente y valorada. Ha sido una inyección de positividad, un acercamiento a la realidad desde el querer y poder hacer las cosas siempre y cuando creamos en ellos. Un rayito de luz en tanta oscuridad y en tantas noches seguidas de tormenta, era ya necesario para poder continuar con afán de luchar y trabajar para conseguir cambiar algo y poder ayudar a mejorar su vida a personas que verdaderamente lo necesitan. Sin más me despido agradeciendo de nuevo esta brillante oportunidad de conocer un colectivo más, aprender multitud de detalles de este contexto y del desempeño profesional que conlleva, así como por haber ampliado mi perspectiva y haberme permitido formar una opinión mucho más compleja y rica de lo que ya lo era antes.

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-Estudiante de Trabajo y Educacion Social en U.Pablo de Olavide. -Corresponsal Juvenil del Area de Juventud del Ayuntamiento de Los Palacios.
 

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